El castigo divino de El Fuego de San Antonio en la Edad Media

El Fuego de San Antonio era una enfermedad producida por la intoxicación por el cornezuelo de centeno, un hongo parásito de este cereal (Claviceps purpurea) que se presentaba con el aspecto de un pequeño cuerno negruzco en las espigas del centeno. El alcaloide responsable de esta intoxicación era la ergotamina, de la que deriva el ácido lisérgico. Los efectos del envenenamiento podían traducirse en alucinaciones, convulsiones y contracción arterial, que podía conducir a la necrosis de los tejidos y la aparición de gangrena, principalmente en las extremidades. La enfermedad empezaba con un frío intenso y repentino en todas las extremidades, para convertirse luego en una quemazón aguda. Muchas víctimas lograban sobrevivir pero quedaban mutiladas: podían llegar a perder todas sus extremidades. Existía otra variante de esta intoxicación en la que el paciente sufría intensos dolores abdominales que finalizaban en una muerte súbita. En las mujeres embarazadas producía invariablemente abortos.

El Fuego de San Antonio se documenta por primera vez en una tabla de arcilla asiria datada del año 600 a. C., que se refiere a esta enfermedad como la «pústula nociva en la espiga del grano». Durante la Edad Media las intoxicaciones con cornezuelo eran tan frecuentes que se crearon hospitales donde los frailes de la orden de San Antonio se dedicaban en exclusiva a cuidar de estos enfermos. Estos frailes llevaban hábito oscuro con una gran T azul en el pecho. El único remedio conocido en la Edad Media consistía en acudir en peregrinación a Santiago de Compostela. La explicación es sencilla: el Fuego de San Antonio lo producía el consumo prolongado de pan de centeno contaminado por el hongo cornezuelo. El hospital del convento de San Antón de Castrojeriz curaba a los enfermos ofreciéndoles pan de trigo candeal.

El Fuego de San Antonio fue una de las enfermedades más temidas y misteriosas de la historia, que causó miles de muertes y sufrimientos. La enfermedad se asociaba con el demonio, el pecado y el castigo divino, y se creía que solo podía curarse con la intercesión de San Antonio Abad, el patrón de los enfermos de esta dolencia. El Fuego de San Antonio también inspiró numerosas obras de arte, literatura y música, que reflejaban el horror y el dolor de los afectados. Algunos ejemplos son el cuadro El triunfo de la muerte, de Pieter Brueghel el Viejo, el poema El fuego de San Antonio, de Rubén Darío, o la ópera El fuego de San Antonio, de Manuel de Falla.

En Las Lágrimas del Temple aparece El Fuego de San Antonio porque el Primer Peregrino que llega a Caravaca atraído por una conversación que, sin querer, oye en Puerte la Reina, padecía esta enfermedad y estaba haciendo el Camino de Santiago para que se le curara, ya que el Camino obraba ese milagro (gracias al consumo de trigo Candeal).


Nota: La imagen ha sido enlazada desde la web del periódico El Correo.


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